Samuel sabe que en su jardín viven unos pequeños seres de color verde. ¿O no? No está muy seguro, os cuento pero debéis hacerme la promesa de no contárselo a nadie.
Estaba un día jugando Samuel con su pelota, lanzándola de un lugar a otro y chutando con fuerza hacia una portería imaginaria. En una de esas, no vio una piedra y… ¡ZAS! se fue de cabeza al suelo.
El golpe fue grande y quedó un poco mareado. Al abrir los ojos los vio por primera vez.
Al principio pensaba que su vista le engañaba pero… ¡NO! allí mismo frente a su cara se encontraban un pequeño grupo de personitas de color verde… ¡¿dando clase?!
Muy quieto y sin apenas pestañear prestó más atención y agudizó su oído. Sí, sí, todos a coro entonaban un canto al ritmo que marcaba la profesora. Entonces le vieron y salieron huyendo y Samuel no los ha vuelto a ver.
Me encanto!! Un hermoso relato. Feliz domingo 🙂
Muchas gracias 😉
Oh, pero tenían que ser verdes??’ Qué bichos eran? Quiero que vuelvan!
sí… tenían que ser verdes… el mayor lo dejó bien clarito (él me suele ayudar a escribir las historias 😉 )