Todo comenzó como algo muy normal. Desayunábamos en el porche del hotel una selección de frutas tropicales, café y huevos revueltos. ¡¡¡Lo que hubiera dado por una manzana!!! pero en el trópico no es que hubiera muchas. Ese día, íbamos a realizar el descenso en canoa por un río de lo más caudaloso, una excursión de lo más peligrosa porque en la zona había mucho caimán. Pero nuestro guía estaba de lo más preparado y nos aseguró que nada iba a pasar. La salida fue puntual. La carretera subía por la ladera de un volcán, aparentemente dormido, llena de baches y muchas curvas. Todo discurríaSigue leyendo…