Este es el primer año de mi hijo mayor en el colegio y nos estamos acostumbrando a nuevas rutinas y celebraciones.
Una que no conocía, es la de llevar un juguete a clase, el primer viernes después de las fiestas navideñas. Me parece una actividad de lo más divertida tanto para los niños como para los profesores (salir de la rutina y dejar de hacer fichas divierte a cualquiera) y creo que con ella se comparten emociones, sentimientos y juegos, además de mejorar la comunicación en el aula y la participación de todos (los niños son de 3 años y muchos aún no hablan muy fluidamente)
Madre mía, ¡¡¡cómo se puso cuando le dije que podía escoger un regalo que le hubieran traído Papá Noel, el Olentzero o los Reyes y llevarlo a clase!!! Creo que sus gritos los oyeron por toda la urbanización 😛
Pero no lo dudó ni un segundo, el elegido para tan importante evento, sin duda era su Buzz Lightyear nuevo.
Ese viernes no me costó levantarle (es madrugador los fines de semana pero para ir al colegio… eso es otra historia), estaba impaciente por llegar al colegio y enseñarles a todos su superjuguetepreferidísimo y que le encanta.
Y no era el único nervioso y feliz a la puerta del colegio. Había que verles a todos con sus bolsas, donde llevaban su juguete especial, entrar la mar de contentos a las aulas y sin lloros ni protestas.
A la salida, mi hijo me contó que había compartido su juguete con varios niños y éstos a su vez habían compartido con él los suyos.
Eso sí, ahora viene la parte mala de celebrar el día del juguete, quiere que todos los días se celebre y así llevar sus juguetes y jugar con los de los demás. ¡¡Anda que no son listos!!