Comenzaba un nuevo día.
Natalia se despertó temprano, justo cuando el sol comenzaba a salir y la luna se despedía hasta la noche. Bajó sigilosamente de su cama y fue al salón, donde había dejado su caja de pinturas y su cuaderno de dibujos para colorear. En su mente sólo tenía una idea, debía terminarlo lo antes posible porque hoy era el gran día.
Se frotó los ojos para despejarse y se puso manos a la obra. Primero el rosa para las flores del jardín. Motitas de verde decoraban las flores imitando a las hojas. Un sol, amarillo intenso, sonreía observando la escena y con el gris decoró el cielo con sencillos pajaritos en forma de V.
Natalia pintaba muy concentrada mientras el día avanzaba. Hoy era el cumpleaños del abuelo y quería regalarle su mejor dibujo. Lo guardaría en un sobre también decorado por ella, para que la sorpresa fuera mayor.
Me ha encantado!!!
Siempre me han gustado los dibujos de regalo. A mi antes me encantaba dibujar, ojalá retome esa afición. Gracias por tu relato 🙂
¡Qué bonito y cuánta ternura! A mí cuando el peque me hace algún dibu me hace una ilusión tremenda. Me derrito… 🙂
¡Precioso!
¡¡Qué ternura!! Si te cuento que guardo todos los dibujos de mi hija mayor, y que me hace alguno en permanencia y me dice que me lo lleve al trabajo para colgarlo… Tengo la mesa llena!